Por Mirko Lauer
Algunos sectores han empezado a pronosticarle desgracia a la gestión de Susana Villarán. La reacción era de esperar, a pesar de que la extrema derecha que más se inflama fue derrotada muy temprano en la jornada, mientras que el PPC, que dio la lucha y participará en el concejo, ha expresado un ánimo colaborativo.
Pero si como reacción era previsible, como cálculo es desencaminado: hay una tradición de izquierdas que administran municipios con buenos resultados, aquí y en otros países. La gestión de Alfonso Barrantes en Lima (1984-1987) es reconocida como positiva, y en el resto del país docenas de alcaldes de izquierda han llevado a buen término sus mandatos.
La tradición es larga. En 1945 el Partido Comunista Italiano ganó el municipio de Boloña, y lo retuvo mediante gestiones ejemplares hasta 1999, cuando el dirigente tendero a independiente Giorgio Guazzaloca, una suerte de César Acuña, derrotó al PCI. Los 54 años de gestión marcaron una pauta e hicieron historia municipal.
Todavía en 1975, en plena guerra fría, la revista Time opinaba que “los comunistas han forjado una sorprendentemente buena foja como administradores concienzudos y honrados”. Algo más cerca de casa, el izquierdista independiente Daniel Estrada fue tres veces elegido alcalde del Cuzco (1983, 1989, 1993) por sus méritos.
Fuerza Social, un partido de izquierda democrática y tecnocrática, no es ni remotamente una organización comunista, como no lo fueron Barrantes ni su eficiente teniente-alcalde Henry Pease. A pesar de la mala sangre de este momento, su visión de lo municipal no parece tan alejada de las exitosas inclinaciones sociales del saliente Luis Castañeda.
Una revisión de la lista de colaboradores de Villarán y de otros cuadros de FS muestra que una porción importante del equipo trae experiencia de trabajo en el Estado. Por obvias razones, no suele ser una experiencia ganada del lado izquierdista del tablero, sino más bien del lado más pragmático y modernizador.
No estamos afirmando que ser de izquierda garantice una buena gestión. Pero en el contexto peruano sí podría acicatear un mayor esfuerzo y propiciar una comprensión más estrecha de las necesidades de las mayorías. Sobre todo en ciudades como Lima, donde el asistencialismo de urgencia siempre está en la parte más alta de la agenda.
Es obvio que la derecha más empresarial y sensata no puede sino mantenerse entre quienes le desean éxito a la gestión de Villarán, pues la marcha de la capital tiene todo que ver con el desarrollo de un clima de seguridad, comodidad y calma sociales, así como con el avance de las inversiones en el país.