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Mirko Lauer
Una gran reunión internacional en casa es también un momento de fragilidad para un gobierno. Por mucho que se adorne la vitrina, es la tienda completa la que está a la vista. La mirada del visitante, curtido por cientos de reuniones parecidas por todo el mundo, no suele ser generosa, sino más bien exigente.
Dos tipos de dislocadores de cumbres y afines: los que quieren incomodar y presionar al dueño de casa, y los que solo quieren alzar con el capital publicitario que producen los reflectores de este tipo de reunión. No es nada inusual que se busque las dos cosas. Además, desde hace más de un decenio incomodar cumbres está de moda.
La perspectiva de full disturbios en las dos cumbres del 2008 está irritando mucho a Alan García. Cuando la posibilidad fue mencionada por primera vez la reacción fue anunciar una mano durísima. Luego se reconoció que hoy toda cumbre viene con eventos alternativos o críticos adosados, y que eso incluso es parte de su resonancia.
Pero es evidente que García no está convencido. Su reacción al paro agrario y los compatriotas muertos en los disturbios ha sido desmedida. El texto de su declaración parece redactado por algún periodista de la extrema derecha local. Nadie le pide que llore por los muertos del paro, pero tampoco tiene la obligación de zarandearlos.
Tal vez la reacción es comprensible a la luz de la pasada experiencia de García con cumbres y muertos, cuando Sendero Luminoso quiso aprovechar una reunión de Lima de la Internacional Socialista con una provocación desde las cárceles. Gobierno, gobernante y país quedaron pésimo ante el mundo en aquella oportunidad.
Hoy nada indica que, a pesar de los altos niveles de provocación, vayamos a tener un escenario parecido, en mayo o en noviembre. Más de temer son los posibles exabruptos de algún dignatario latinoamericano y su séquito de colegas amigos. Como los debates presidenciales de mayo no van a ser transmitidos, entonces la procesión realmente irá por dentro.
Por fuera veremos, inevitablemente, todo el barullo que suelen producir hoy las cumbres. El gobierno ha entrado en una relación ambigua frente al bochinche que hagan los peruanos. ¿Pero cómo va a hacer con la protesta extranjera, que formalmente es parte del movimiento turístico en torno de casa evento?
Glosando el dicho, quizás no es lo mismo un europeo contestatario que un peruano con ganas de joder. Estos últimos, según García, "solo quieren evitar que el Perú tenga mayor presencia internacional". En otras palabras, perros del hortelano internacionales. Patear a este tipo de mamífero es, por decir lo menos, una apuesta arriesgada en el año de las cumbres.