LA CIUDAD CRECE SIN PLANIFICACIÓN
Por: Jorge Ruiz Ex regidor de Lima
Hace una década Lima tenía 112 habitantes por hectárea, la más baja densidad en América Latina. Y los urbanistas coincidíamos en que era indispensable impulsar un proceso de densificación, pues, los costos de los servicios en una ciudad tan horizontal se volvían inmanejables.
Un crecimiento económico sostenido en los últimos ocho años se tradujo en el desarrollo vertiginoso de la construcción. Una demanda acumulada de casi 1,5 millones de unidades de vivienda se dio la mano con una oferta de créditos hipotecarios antes inexistentes, capacidad de ahorro de la población, sumada a la recepción de casi US$3.000 millones anuales en remesas.
El resultado ha sido un nuevo stock de inmuebles que ha desbordado la zonificación y los planes municipales. Con excepción de algunos distritos que elaboraron sus planes con visión de futuro, buscando un crecimiento ordenado, la gran mayoría se dejó seducir por el trámite de la zonificación, a pesar de que se dictaron en el 2000 disposiciones que obligaban a que esta debía ser parte de una imagen urbanística integral. La zonificación, cuanto más permisiva, representaba más ingresos a las municipalidades. La inversión privada se dirigió hacia aquellos con ventajas comparativas.
El resultado es que se empezó a demoler la ciudad del siglo XIX y XX para dar paso a otra del siglo XXI, totalmente especulativa y ausente de calidad de vida porque, además, los servicios y espacios públicos no crecieron en la misma proporción que los nuevos ambientes. El área verde por habitante disminuyó a menos de dos metros cuadrados.
Los distritos más apetecidos son Jesús María, Magdalena, San Isidro, Miraflores, Surco, La Molina, entre otros; a los que siguen Barranco y Chorrillos. Es lamentable que aquellas zonas con valor patrimonial urbano o arquitectónico, que no tienen disposiciones legales que las protejan, hayan sido demolidas una a una, arrasando con la memoria de la ciudad. En ese proceso sucumbieron también valles y zonas agrícolas.
¿Qué se puede hacer? Las voces vecinales se han levantado una y otra vez, tal y como dan cuenta las audiencias de El Comercio, sin mucho resultado. Aquí lo que se necesita es:
1) Que se cumpla con hacer públicos los planes urbanos y la zonificación (obligación permanentemente escamoteada por la Municipalidad Metropolitana: ni el plan de desarrollo es concertado ni el presupuesto participativo). 2) Una norma que premie con recursos públicos procedentes de las licencias de construcción a los inmuebles con valor para desanimar su demolición. Miraflores ya tiene una ordenanza que puede ser pionera en el Perú. 3) Una definición mucho más clara y precisa de parámetros urbanos y arquitectónicos que contengan una imagen objetiva y básica del perfil urbano, como ocurre en Bogotá o en París. 4) Códigos más exigentes que garanticen una adecuada convivencia vecinal y privacidad, incluida la calidad de los materiales.
De lo contrario, la ciudad que dejaremos para los próximos 100 años será irremediablemente peor que la que recibimos. –