Susana Villarán.
Se acerca el día en que el Presidente nos dirá qué ha hecho en este primer año de gobierno que termina tan mal. No le será fácil ir al fondo de sus problemas de gestión y del incumplimiento de su promesa de cambio responsable. Alan García debería empezar su mensaje de 28 de julio pidiendo perdón y comprometiéndose a enmendar. ¿Lo hará? ¿Será capaz de cambiar su estilo arrogante? ¿Por qué debería hacerlo?
Porque no ha dirigido su gestión hacia los cambios de fondo que reclama el pueblo peruano. En abril del 2006, el pueblo expresó su clamor por la redistribución justa de la riqueza en esta etapa de crecimiento, por la descentralización como gran reforma del Estado y por la lucha frontal contra la corrupción y la impunidad. Alan García le dio la espalda al pueblo y ha sido sordo a su grito de ¡inclusión YA!
En primer lugar, García ha finalizado el año 2006 con un superávit de 3.2% y en el primer trimestre de este año, de 4.8%. Es decir, él ha cometido el mismo pecado del que acusa a los gobiernos regionales y locales: no saber ejecutar el gasto. No ha querido, no ha sabido, ni ha podido invertir en lo que es indispensable: libros y tizas en las escuelas, medicinas en los hospitales y centros de salud, elevación del sueldo mínimo –que no tiene por qué seguir tan alejado de la canasta básica si estamos creciendo–, entre otros asuntos esenciales como los sueldos de nuestros policías, del personal con más bajos ingresos en salud y educación. Exhibir superávit en un país como el nuestro, con los niveles de pobreza y desigualdad que tenemos es un escándalo en la gestión de cualquier gobernante. Más aún, cuando no deja de ufanarse en calles y plazas por lo bien que nos va. Todos queremos crecimiento pero un déficit fiscal de 1% –lo planeado en el Marco Multianual–es lo responsable. El superávit no es otra cosa que incompetencia e insensibilidad.
En segundo lugar, la tramposa figura de trasladar recursos para inversión en las regiones, realizados a destiempo, en junio, cuando no hay ya manera de gastarlos, es embalsar problemas en las regiones. Jugarse por la descentralización es tener iniciativa clara y firme respecto de la descentralización fiscal, cumplir con el compromiso de participación efectiva de las regiones en el Presupuesto del 2008 en áreas como salud, educación, infraestructura y fortalecimiento de la capacidad de gestión. La norma que aprobó recientemente, luego de declarar Estado de Emergencia, penalizando a quienes siendo autoridades participen en demostraciones públicas viola los DDHH. Tenemos un Presidente que ha entrado en línea de colisión con las autoridades regionales y locales y ha criminalizado la protesta social, eligiendo la confrontación, la represión y no el diálogo y el consenso democrático.
Finalmente, nos tendrá que explicar su complicidad con la corrupción al debilitar al extremo la Procuraduría Fujimori-Montesinos y su clamoroso silencio frente a la extradición de Fujimori. Tres aspectos cruciales del cambio que no ha cumplido y que explican su bajísimo 24% de respaldo. Quien mal empieza....