Por Gastón Acurio
En 1746 Lima fue devastada por un terremoto y un tsunami. Lo mismo ocurrió tras la guerra con Chile, en donde fue incendiada y saqueada. Sin embargo, supo recuperar su esplendor, gracias al compromiso y unión de sus habitantes al punto de que hasta los años 50 fue considerada la ciudad más bella del continente.
Hoy, Lima podría recuperar ese liderazgo. Hoy, el mundo empieza a reconocerla como una ciudad donde su espíritu multirracial y multicultural, su historia, su gastronomía y su posición estratégica la convierten en un lugar para descubrir y disfrutar. Pero esa gran marca Lima que todos queremos tiene batallas por librar: el peor transporte público, niños quebrándonos el alma en cada esquina, un colector estatal asesinando sus playas, un río Rímac convertido en muladar, autoridades cuyo ego es similar al de quienes los critican, pero sin cumplir sus deberes ciudadanos.
¿Queremos que Lima sea otra vez la ciudad más bella del continente? ¿Estamos dispuestos a tomar este camino, o seremos tan egoístas para trasladarle esa tarea a nuestros hijos? Que estas fiestas patrias nos ayuden a encontrar la respuesta.