lunes, 30 de julio de 2007

Cuando el silencio y las formas dicen más

Javier Diez Canseco.

Metas para el 2011, algunas grandilocuentes y otras magras. Obras realizadas, entre las que parece no dejó de mencionar casi ninguna (realizada o por realizar) en un largo discurso –por ratos agobiante– que nadaba en un mar de cifras, reiteradas una y otra vez. ¡Vivimos un momento extraordinario, casi paradisíaco, pero muchos de ustedes no se dan cuenta, no lo aprecian! Así fue el Mensaje del 28 de julio. Y una advertencia política central: los gobiernos regionales y locales tienen el grueso del presupuesto nacional así que "diríjanse a ellos" al formular sus reclamos. No me miren a mí, reclámenles a ellos, dijo García.

Después de escucharlo dos horas, me pregunto: ¿se habrá creído aquello de que le faltó comunicación, como le dice la derecha? ¿No basta verlo, oírlo o leerlo a diario, por unos medios de comunicación cada vez más oficialistas? ¿Ahora escucharemos ministro por ministro en el Congreso, además de pintas y avisos de "El Perú avanza" por todos lados? ¿No se le ocurrió pensar en las razones del malestar de la gente, de las huelgas y de su masiva desaprobación? ¿Nada más original que pedir paciencia a los pobres por no tocar el bolsillo de los ricos?

El discurso no debe leerse sólo en función de lo dicho, sino de cómo se dijo, y de sus silencios y omisiones. Por ejemplo, ha de haberle costado a García pedir perdón a los maestros: "Si alguno se ha sentido maltratado por mis palabras, les pido perdón y les ofrezco mis disculpas". No fue un "retiro mis palabras", ni un "pido perdón por lo desafortunadas que fueron". Apenas una frase dirigida a "alguno que se ha sentido" afectado por haber calificado a los maestros de ociosos, comechados y aterrorizados de que les pongan un libro delante. Aquí la forma dice más que las palabras.

Pero lo más saltante fueron los silencios y omisiones. Habló de la reforma del Estado, pero calló sobre su compromiso de restituir la Constitución del 79, la que firmó Haya de la Torre y que otorga más derechos económicos y sociales a la gente, y más funciones al Estado para regular el manejo económico en función de las mayorías y del país. En síntesis, nos quedamos con la Constitución fujimorista impuesta fraudulentamente el 93.

Habló de redistribución, pero en la vieja forma del chorreo y del "paciencia, tregua, que ya llega". Omitió cumplir con su compromiso de establecer el impuesto a las sobreganancias mineras que nos hubiera podido dar entre 5,000 y 7,000 millones de soles adicionales de ingresos tributarios este año. Se le escapó mencionar esta cifra, entre las cientos que repitió, y que hubieran permitido financiar el Seguro Universal Gratuito de Salud que ha vuelto a prometer para el futuro y que ha identificado con el Seguro Integral de Salud (SIS) que vive penosamente en quiebra. Él, el mago de la palabra y artista del verbo, nos hubiera entretenido y pasmado con todo lo que podría hacer si se atreviera a meterles la mano a las cuentas de los más ricos que aprovechan de nuestros recursos naturales. Y, claro, se le olvidó la reforma tributaria para que los que ganan más paguen más, para que el Perú no tenga una presión tributaria de 14% del PBI sino del 20 o 22% por menos, como gran parte de América Latina. Inglaterra, Francia o Suecia tienen entre 40 y 50%, garantizando educación, salud y saneamiento públicos de calidad.

Se le olvidó el agro, el Banco Agropecuario y su magro capital, la asistencia técnica y científica, el mercado interno, la pobreza rural y su famosa y fracasada "Sierra Exportadora". Y reincidió en el "TLC si o sí" en lugar propiciar renegociarlo en función de los intereses del país.

Y se le olvidaron los Derechos Humanos y la corrupción, nada menos. Se le pasó explicar por qué no ponen a disposición de la justicia a los elementos de las FFAA acusados de graves violaciones de los DDHH, anunciar un corte de procesos a los dirigentes sindicales y sociales encausados por ejercer su derecho a la demanda social, y derogar los infames DL que como el 982 y 989 dan impunidad al uso de armas de fuego por elementos de las fuerzas del orden y amenizan con inhabilitar a alcaldes y presidentes regionales que respalden las luchas y demandas de sus pueblos. Y, claro, ni una frase sobre el "shock de coimisiones" en el que terminó el "shock de inversiones" anunciado el año pasado. Se limitó a volvernos a anunciar la compra de ambulancias y material pedagógico.

Para coronar la torta, ni una palabra sobre el derecho soberano del Perú de procesar al reo Fujimori, a quien los japoneses tampoco quieren de senador, por sus delitos de lesa humanidad y por la enorme corrupción que impuso al país. No demandó la extradición, ni criticó el vergonzoso fallo plagiado del juez Álvarez o rechazó la afrenta que significa para el Perú y su derecho a hacer justicia con el actual socio de García. Sin embargo, seamos comprensivos: después de ser recibido en el Congreso por una Mesa Directiva de tránsfugas y comerciantes de la política, como la que engalanan Torres Caro, Estrada, Moyano y Gonzales Posada, ¿qué le quedaba? Tragado el sapo, provecho, Alan.