| Domingo |
| Escuchar disertar a Joseph Stiglitz sobre economía mundial, tratados de libre comercio y globalización es como asistir al oculista: te afina la vista, obligándote a ver el bosque completo, con sus cosas buenas, pero también con sus muchas miserias. El Nobel norteamericano pasó por Lima, compartió mesa con sus colegas peruanos –ampliamente reconocidos por su tendencia abiertamente liberal– y, sí, dictó cátedra. Por Enrique Patriau Regresó al Perú después de 29 años. Su exposición fue comentada por los nacionales Richard Webb, Diego La Torre y Carlos Adrianzén. Sobre todo el último se caracteriza por sus posiciones ultraliberales en lo económico, y por sus actitudes beligerantes contra todo lo que pueda ser considerado, no digamos de izquierda, sino cuestionador del discurso que ve en el ejercicio radical del libre mercado la solución a todos los problemas de la especie humana. Pero una cosa es con guitarra. A Stiglitz, que se ha convertido en una suerte de gurú de las izquierdas, Adrianzén ni lo tocó. Ni un queco. Y, bueno, eso es lo que se llama respeto. Desde el saque, Stiglitz reconoció que la globalización ha brindado ímpetu al crecimiento económico, en todo el mundo. Sin embargo, existen algunas cuestiones que los países deberían responderse si es que desean llevar la fiesta en paz. Primero, ¿cómo asegurar que este crecimiento es sostenido? Recordó el ejemplo de Argentina, que en la década de los noventa fue un ejemplo mundial destacado por el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) y que luego cayó presa de una crisis sin precedentes. Segundo, ¿cómo se puede garantizar que los beneficios económicos se compartan ampliamente? En sus palabras, "ya quedó demostrado que el chorreo no funciona". Y tercero, ¿cómo preservo mi entorno? Esta última cuestión es clave en todo el discurso de Stiglitz: la necesidad de que el desarrollo de los países vaya obligatoriamente de la mano con el cuidado del medio ambiente. Lo anterior va de la mano con una situación que a Stiglitz se le hace insostenible en el tiempo, y que tiene que ver con aquella lógica que dicta que el modelo de desarrollo de cualquier país debe asemejarse al modelo consumista norteamericano. En realidad, esta premisa suele ser defendida rigurosamente por los adalides del libre mercado. "Pero si el mundo en desarrollo logra éxito, aunque sea parcialmente, en esa meta, el planeta será inviable. El calentamiento global se aceleraría hasta niveles inaceptables", advierte. Ojo, no es que Stiglitz propugne la instauración de un nuevo modelo económico (tanto Webb como Adrianzén supusieron que así era y le pidieron que especificara su propuesta). En cambio, lo que el Nobel considera impostergable es que el consumismo, como meta final y estilo de vida, pierda su valor primordial en el mundo actual, y entre a tallar entre las personas una mayor atención por las condiciones medioambientales. El mito del TLC La presencia de Stiglitz se ha dado en un contexto político y económico marcado por la aprobación final del TLC con los Estados Unidos, un tratado que ha sido vendido, desde el gobierno y los sectores empresariales, como la gran esperanza del desarrollo peruano. El Nobel acepta que para el Perú "la oportunidad es enorme", aunque pide no perder de vista a quienes son los más perjudicados en toda esta historia: los agricultores. "Estamos hablando de una competencia con productos subvencionados (desde Estados Unidos). Lo más difícil para los agricultores peruanos será competir con Washington", señala. No es su único reparo: "Yo prefiero el multilateralismo al bilateralismo. Además, el TLC no promueve el libre comercio porque no elimina las barreras no arancelarias. A México le impidieron exportar sus paltas por presión de los agricultores estadounidenses". Stiglitz lanza elementos que deberíamos tomar en cuenta y debatir ampliamente. Algunos, incluso reconociendo su brillantez, lo señalan por manejar un discurso completamente diferente del que cabría esperar de un ex vicepresidente del Banco Mundial. Pero a la larga eso hace que sus aportes sean todavía más valiosos. Se ha sentado a ambos lados de la mesa y su visión se ha nutrido, no solamente de libros, sino también de experiencias. ¿Un sesgado? Más bien una dosis necesaria de pesimismo. •"Es bueno celebrar el boom económico, pero ¿se han puesto a pensar en cómo lo van a manejar? Hay que preguntarse: ¿qué se está haciendo con el dinero?". • "El éxito en el mundo moderno exige alto nivel de educación y tecnología". •"Yo creo que sí, que el Perú puede ser un país del primer mundo en 30 años. Tomen el ejemplo de Corea: su éxito se ha basado en que hallaron el equilibrio adecuado entre mercado y gobierno". • "Les aseguro que lo que se dice en Estados Unidos sobre el TLC con Perú es distinto de lo que se les dice a ustedes acá". | ||||||

