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Sinesio López Jiménez.
Los economistas llaman maldición del diablo a la condición según la cual los países que poseen una mayor dependencia de los recursos naturales tienen asimismo un menor grado de desarrollo. Si las cosas son así, entonces García con el cuento del perro del hortelano nos quiere vender gato por liebre: quiere ofrecer la maldición del diablo como si fuera una bendición de Dios. Historiadores, economistas, sociólogos y politólogos han realizado imaginativas investigaciones con la finalidad de determinar los factores y señalar las diversas rutas que han seguido los diferentes países para lograr el desarrollo y la democracia. 
Barrington Moore, el más brillante de todos, examinó el papel de las élites rurales frente al mercado y a los campesinos y encontró que cuando ellas produjeron para el mercado (nacional e internacional) y liberaron a los campesinos dieron origen al capitalismo democrático; que cuando se abrieron al mercado, pero mantuvieron sometidos a los campesinos y reinventaron la esclavitud, sentaron las bases del nazismo y del fascismo y que cuando ellas no se abrieron al mercado o fracasaron al intentarlo, abrieron las puertas a futuras revoluciones campesinas que, en su mayoría, terminaron en el comunismo. Alexander Gerschenkron analizó el tiempo y los actores de la industrialización y sostuvo que, cuando ésta se desarrolló en una etapa temprana, fue impulsada por capitalistas individuales (que invirtieron en industrias de bienes de consumo inmediato) y favoreció el tránsito de las monarquías absolutas a las monarquías constitucionales (Inglaterra y Francia); y que cuando ella se desarrolló, en cambio, en una etapa tardía fue promovida por los bancos (que invirtieron en la industria pesada), impulsada por un gran acelerón y facilitada por el despliegue del autoritarismo en los países que la experimentaron (Alemania, Japón y el norte de Italia).
Para explicar la industrialización en Europa del Sur y AL, Albert O. Hirschman añadió a la propuesta de Gerschenkron el concepto de industrialización postardía que, impulsada por el Estado, desarrolló la industria de bienes de consumo inmediato y duradero, manteniendo sus compromisos con los sectores sociales tradicionales. Para explicar el caso latinoamericano Cardoso y Faletto sostuvieron que cuando las oligarquías controlaron la producción agroexportadora, sin poner en peligro sus vínculos con el mercado internacional que garantizaba su propio dominio al mismo tiempo que limitaba sus posibilidades de acción y de decisión, apostaron a la instauración de un Estado nacional, pero sus alianzas con los sectores tradicionales impregnaron a las instituciones políticas y estatales una serie de ambigüedades y compromisos que limitaban tanto el desarrollo como la democracia. Esas limitaciones fueron mayores cuando los inversores extranjeros establecieron enclaves que eran prolongaciones directas de las economías desarrolladas sin vínculos con las economías locales, pero con relaciones con las sociedades dependientes a través de los sistemas de poder. Guillermo O' Donnell sostuvo que, ante el agotamiento de la Industria Sustitutiva de Importaciones y la reactivación de las clases populares, las élites económicas, políticas y militares de los países del Cono Sur decidieron profundizar la industrialización disciplinando el consumo y la mano de obra e instalando la mano invisible del mercado y la mano de hierro de la dictadura.