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Baldo Kresalja.
Dicen que nuestro Ministro de Economía impresiona bien a los funcionarios de organismos internacionales y bancos transnacionales que nos visitan. Y que lo hace porque, sin ocultar lo que parece ser su natural timidez, conoce bien los números relevantes, pero sobre todo porque responde con rapidez. Esos funcionarios, acostumbrados quizás a largos y aburridos prolegómenos de los Ministros de Economía, elogiando entre cifra y cifra sus méritos personales, pensando algunos de ellos en un jugoso contrato de trabajo posterior, es una regla que ha desechado, para beneplácito de sus interlocutores. Pero hay que advertir que a nosotros esa cualidad no nos dice nada.
En nuestro país no se suele conocer lo que piensa el Ministro de Economía sobre políticas u opciones económicas. No suele ir más allá de lugares comunes políticamente correctos o de decir, por ejemplo, que el presupuesto está debidamente financiado. Así pues, de pura curiosidad quiero hacer el ejercicio de preguntarle a Luis Carranza qué piensa de ciertas interrogantes que me asaltan con frecuencia y que creo, ingenuo yo, tienen conexión con el desarrollo del Perú y el bienestar de su gente. En la seguridad de que los llamados representantes del pueblo, en el Congreso, no se las harán nunca. Aquí van:
1) ¿Es cierto que los mercados libres son fruto del artificio y de la coerción política, razón por la cual los Estados poderosos y las multinacionales insisten en que el marco que los define y protege debe estar más allá de toda posibilidad de revisión mediante alternativas democráticas? ¿Es acaso cierto que los mercados financieros no son capaces de autorregularse, siendo hoy su volatilidad una de sus características, la que puede afectar grandemente a países pobres como el Perú?
2) ¿Es en verdad una precondición de la paz y del progreso económico lograr niveles aceptables en los ingresos y beneficios de los trabajadores? ¿Es cierto que para incrementar los puestos de trabajo y remunerar con equidad se necesitan políticas específicamente diseñadas a ese fin, las que no existen en el Perú ni han sido propuestas por el gobierno aprista del cual usted forma parte? ¿Es verdad que la rivalidad impositiva entre las naciones por el capital es un mecanismo que opera reduciendo los beneficios sociales a los trabajadores y aumentando los impuestos indirectos, que tratan por igual a pobres y ricos? ¿Y que, en consecuencia, la cultura del "empleo temporal", que es la del trabajo como mercancía, debe ser rechazada como social, económica y políticamente inconveniente?
3) ¿Cuán valedera y respetable es la afirmación tardía del Banco Mundial en el sentido de que sin un Estado eficaz el desarrollo no será posible? ¿No es acaso insuficiente al no querer reconocer el rol económico del Estado en la preservación y en el impulso de la cohesión social, en el combate a la miseria, el desempleo y la exclusión?
4) ¿Coincide usted en que las nuevas tecnologías, cuya desmesurada protección jurídica nos exige el TLC con los Estados Unidos, no están consiguiendo aumentar la libertad de los hombres, sino conduciendo a que sus titulares obtengan cada vez mayor control social y político, por lo que esa exigencia pareciera ser una etapa más en la historia de la servidumbre humana?
5) ¿Es acaso cierto que las características de una economía social de mercado, que nuestra Constitución consagra, y que usted ha jurado cumplir, difieren sustantivamente del modelo neoliberal en curso, pues concede voz a todas las partes interesadas en el proceso económico y en la marcha de las empresas, (accionistas, trabajadores, banqueros, comunidades, clientes, etc.), promueve la dispersión en el poder y tiende a reducir la desigualdad, dando menos énfasis a los beneficios, por lo que las bolsas de valores y las adquisiciones hostiles no deberían tener preeminencia?
6) ¿Concuerda usted que sin la promoción de la investigación y el desarrollo en las pequeñas y medianas empresas nacionales será imposible adaptarse a la competencia en el mercado global y por tanto salir de la situación de marginalidad en la que nos encontramos, y que ello es una irrenunciable tarea del Estado que hasta ahora se niega a asumir?