domingo, 8 de febrero de 2009

A río revuelto

OPINIÓN | Dom. 08 feb '09


Autor: Fritz Du Bois
Uno siempre escucha, sorprendido dicho sea de paso, cómo muchos en el círculo político y algunos en el mundo empresarial pontifican sobre el hecho de que siempre ponen primero el interés nacional. Incluso pregonan que todo lo hacen pensando solamente en el beneficio general y mirando siempre el largo plazo. Pero, no bien tienen ocasión, les sale de manera natural el oportunismo.

Esta semana hemos visto cómo el lamentable incidente de la candidata a contralora, que debió ser motivo de reflexión sobre la dificultad que tiene el Estado para atraer funcionarios de calidad, fue utilizado por algunos para tratar de ganar réditos políticos con demandas y amenazas descabelladas. Es realmente absurdo el haber planteado que se acuse penalmente a los integrantes de la Comisión Webb, quienes dedicaron su tiempo desinteresadamente y han terminado expuestos a un injustificado maltrato. Claramente se ve el oportunismo del proponente quien, sin duda, estaba buscando figuración. Pero no sería descartable que también haya tratado de desprestigiar un proceso abierto de selección. Ello debido a que, para muchos políticos, así como a los vampiros, la transparencia y la luz les es perjudicial. Mejor para ellos es el padrinazgo y la negociación oscura entre grupos para dividirse la torta laboral del Estado. De esa manera logran tener muchos colocados que les deban el favor.

Pero la horrible cara del oportunismo también se vio aparecer reflejada en el sector empresarial, aunque en este caso sería más adecuado llamarlo mercantilismo. La manera como algunos dirigentes empresariales han tratado de influenciar el mercado cambiario, aparentemente, mintiendo sobre supuestas confidencias que les habría hecho el presidente del ente emisor, es realmente inaceptable. Este desagradable episodio lleva el aprovechamiento del cargo gremial para beneficio propio a un nuevo y subterráneo nivel. Evidentemente, a partir de la fecha ya no tendrá ninguna credibilidad esa representación, pero el daño ya está hecho. Más aún, con esos antecedentes, no sería sorprendente si dirigentes como esos logran que el sector empresarial termine descendiendo hasta hacerse acreedor del mismo grado de desconfianza que hoy está reservado para los políticos por parte de la población.

Al final de estos dos incidentes, ha quedado la deprimente sensación de que el cortoplacismo habita por igual en el Congreso y en la sala de ciertos directorios. Coincidencia que parece sorprendente si consideramos que los antisistemas son los únicos que ganan desprestigiando a las instituciones ante la población. Sin embargo, pensándolo bien, la coincidencia entre el oportunismo político y el mercantilismo empresarial cada día se hace más evidente en el camino al próximo proceso electoral.