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Mirko Lauer.
Es innegable que también este año Alan García se ha ganado el sueldo a pulso. De enero a enero ha viajado por todo el país (muy poco al exterior) y casi no hay tema importante en el que no haya intervenido, a menudo polémicamente. Sin embargo todo esto no lo ha hecho más popular, sino al contrario: a pesar de todo el crecimiento económico, el 2007 lo instaló en un modesto 30% de aprobación.
La cifra se parece mucho a la que obtuvo en la primera vuelta electoral del 2006. El 70% que no quiere a García es un agregado de protesta social, discrepancia ideológica y, algo más a la derecha, crítica de su estilo personal. El pobre rating no le impide gobernar, y es poco probable que le quite sueño, pero sí le infunde a su discurso un tono de irritación, que se ha ido acusando con el avance del año.
Parte del problema estadístico de García ha sido la ausencia de una figura que le haga contrapeso, que le permita el cultivo de una actitud pro-García. Desde la primera hora es notoria la ausencia de una oposición política en regla. Incluso los opositores políticos han evitado vincularse con la oposición social de regiones y gremios. Esto ha dejado a García en una inconveniente soledad.
Leemos por allí que una vidente anuncia que 2008 será el año en que aparezca esa figura opositora en serio. No se precisa si aparecerá en la izquierda, en la derecha, o incluso en el Apra. Lo que la médium evidentemente ha comprendido es que García precisa un contrapeso para terminar de redondear su figura política. Pero hay que ser vidente, en efecto, para discernir el perfil de ese opositor en el horizonte.
García desde un inicio decidió que su segundo gobierno sería, igual que el primero, medido con la vara de la macroeconomía. Es decir por la performance de los grandes intereses económicos y por el impacto de los grandes proyectos. Parafraseando una frase de los años 90, por eso lo adoran en los pisos altos del empresariado y lo quieren muy poco por encima de los 2,000 mts. de altitud.
Sigue siendo cierto que Lima y el resto de la costa moderna son los baluartes de García, donde obtuvo la ajustada victoria en el 2006 y los que más o menos se comportan a imagen y semejanza de su visión "crecimientista". Otra manera de ver eso es como que: 30% de aprobación es una división del país cuyo fulcro es la figura de García, cada vez más confrontacional con los que no tienen poder.