domingo, 10 de agosto de 2008

Los que el sismo nos dejó

Domingo

Por: Raúl Mendoza
Fotos: Melissa Merino-Yanina Patricio

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Escombros. Desolada calle de Pisco. Hasta el día de hoy, habiendo transcurrido casi un año desde el terremoto, todavía se pueden ver desechos y ruinas de las edificaciones que se vinieron abajo.

A diez cuadras de la Plaza de Armas de Pisco queda el barrio –es un decir– de La Alameda. Allí, en lo que fue la canchita del club Alianza Pisco, se agrupan 70 familias que viven en casas hechas con esteras, telas, palos o simplemente en carpas que la cooperación extranjera les regaló hace un año. Visto desde lejos, el lugar parece un campamento de refugiados, de esos que aparecen por TV cuando se habla de un conflicto en algún lugar del mundo. Pero no. Estamos en el sur peruano, un año después del terremoto de 7.9 grados que destruyó la vida y las casas de miles de personas.

Georgina Quispe vivía a una cuadra de aquí, en la calle Alejandro Reyes, pero su casa se cayó el día del sismo –el 15 de agosto del 2007– y ahora no tiene más remedio que dormir sobre un colchón en el suelo, bajo una carpa que no detiene el viento, con su esposo, sus hijos y dos perros. Rodeada por sus vecinos, dice que a pesar de que están en el centro de la ciudad y han sido empadronados hace meses, todavía no les han dado ni el módulo, ni el bono de 6 mil soles que les prometieron. "Ha pasado un año, pero nosotros seguimos igual que al día siguiente del terremoto", comenta.

Si uno recorre Pisco, puede ver aquí y allá cuadrillas de trabajadores llevándose escombros que no se sabe si son los de antes o son recientes. Después del cataclismo, además de los muertos, 17 mil inmuebles quedaron destruidos y hubo 80 mil damnificados.

Lo que se ha hecho en los últimos 11 meses es levantar los escombros de todos los edificios que se cayeron y luego derribar los que ya estaban a punto de colapsar.

La reconstrucción propiamente dicha, entendida como empezar a levantar lo que se cayó, apenas está empezando.

LOS MÁS DAMINIFICADOS

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Miseria. Barrio La Alameda, en Pisco. Shirley Moquillaza, 19 años, vive con su esposo, su hija y sus suegros en una choza de diez metros cuadrados. Eran inquilinos en una casa que se derrumbó.

Hoy Pisco es una ciudad provisional. Gran parte de quienes perdieron sus casas viven en módulos de madera donados por el Estado o la cooperación internacional. El servicio de agua y luz poco a poco empieza a normalizarse. Varios pabellones del cementerio siguen agrietados y con las tumbas abiertas. La comisaría funciona en la plaza, al aire libre. Hay calles completas sin una casa en pie y para encontrar el nombre de una de ellas hay que buscarla en la fachada de los módulos, pintado con tiza. Muchas construcciones deben ser derribadas, pero sus propietarios se niegan a hacerlo.

En medio de la tragedia, hay algunos más desafortunados que otros: los inquilinos de las casas destruidas. Se quedaron en la calle y han tenido que vivir en los albergues para damnificados o invadir terrenos donde poner una carpa. Uno de esos lugares es El Molino, ubicado a la salida de la ciudad, a una cuadra de la avenida Fermín Tangüis. Allí 1,500 familias se asentaron sobre terrenos privados y hoy no tienen servicios, ni derecho a módulo ni bono. En el lugar soportan el frío, la falta de agua y luz, y la paraca, ese viento desértico que llena de polvo su rutina y sus cosas.

Allí vive Diómedes Alcántara, en una carpa que le donó una ONG foránea, con su esposa y sus tres hijos. Vivía donde un familiar al que se le cayó la casa. Él y sus vecinos tienen pocas esperanzas de conseguir algo del Estado, pero buscan la posesión del terreno donde viven.

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Recuerdo. Terreno que ocupaba el hotel Embassy. La cruz es un recuerdo de los que allí murieron.

Más allá, cruzando la Panamericana Sur, hay más pueblos jóvenes llenos de damnificados. Paradójico que en esta zona –entrada de la ciudad– donde están los más necesitados, la avenida Tangüis esté llena de mensajes del tipo: "Gracias, señor presidente, por la reconstrucción de Pisco".

¿QUIÉN RECONSTRUYE?

El alcalde de Pisco, Juan Mendoza Uribe, despacha en el local del PNUD, al lado de la base FAP en San Andrés. Es un hombre que despierta amores y odios entre la población. "¿No le parece que la reconstrucción demora mucho?", le decimos. "Sí, hay que reconocer que se avanza lento, estamos en un 15 o 20% de recuperación de la ciudad. Pero hay que decir que no ha sido fácil por la magnitud del desastre. Tuvimos que rescatar a los fallecidos, luego asegurar agua, alimentos, vestidos, carpas para los afectados. Y después de eso, recién empezar con el retiro de escombros".

Hoy se encuentran en la etapa de abrir zanjas para el tendido de redes de agua y desagüe. "El servicio colapsó totalmente con el terremoto. En alcantarillado se ha avanzado un 40 por ciento. En agua todavía no hemos hecho nada", acepta. Para Mendoza el principal problema ahora es el saneamiento físico legal. "De cada diez casas caídas, ocho no tienen título de propiedad. Eso crea problemas en el caso de que quieran acceder a Techo Propio y reconstruir", explica. Sobre el bono 6000 dice que ya se han entregado 5 mil 500 y hay 3 mil más para antes del 15 de agosto.

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Juan Mendoza ha enfrentado varias acusaciones desde que el desastre ocurrió: desde haber dejado malograr alimentos, haber firmado contratos dudosos con empresas que realizan obras en la ciudad, hasta entregar módulos de madera agujereados por los que pagó demasiado. Dice que no tiene miedo a que lo investiguen porque no ha cometido delitos. Sin embargo, hay población descontenta con su gestión y el 15 de agosto –cuando se cumpla un año del desastre– harán una marcha contra él y otras autoridades. En muchos lugares nos dijeron "Juanito no reconstruye nada".

Las zonas más afectadas de Pisco han sido Pisco Playa, La Alameda, La Pascana, el centro histórico y el distrito de San Clemente. La mayoría de iglesias antigüas ha sido demolida. Una gran pérdida histórica, pero el alcalde parece no entenderlo. Nos dijo que está en "coordinaciones para que el INC le retire el título de patrimonio monumental a otras iglesias, para seguir trabajando". Es decir, demoliendo. "Cuando acabe mi gestión –el 2010– espero haber reconstruido un 70%", dice Mendoza. Hoy, instituciones del Estado, la municipalidad, la cooperación extranjera y ONGs, entre otros, realizan proyectos en Pisco por 255 millones de soles.

EL SUR EXISTE

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Drama. En el pueblo joven El Molino viven más de 1,500 familias damnificadas. Al lado, los servicios básicos como el agua recién han empezado a normalizarse. Abajo, muchos propietarios se niegan a derrumbar sus propiedades colapsadas.

El terremoto de agosto del 2007 no solo se ensañó con Pisco, sino que también hizo pedazos varias ciudades del sur peruano. Uno de esos lugares fue Tambo de Mora, en Chincha baja. Allí el movimiento tuvo visos de cataclismo. Barrios enteros situados frente al mar se hundieron y quedaron en ruinas. Fue el caso de la calle Alfonso Ugarte, donde vivía el pescador artesanal Héctor Ríos, junto a sus cinco hijos. "Cuando empezó el movimiento, las paredes se cayeron, los pisos empezaron a levantarse y del suelo brotaba agua", cuenta entre los escombros de lo que fue casa.

Él logró escapar a tiempo y su hija, que estaba con él ese día, no alcanzó a salir por la puerta principal porque el inmueble se hundió por lo menos metro y medio bajo tierra. La joven corrió hacia atrás de la casa y pudo escapar por el corral. Tuvo suerte. En las otras cuadras cuatro adultos y un bebé perdieron la vida aplastados por muros de concreto. Con el paso del tiempo el lugar se ha convertido en un barrio fantasma. A Héctor lo encontramos el último martes mientras recorría el lugar junto a su perro. "Aquí ni siquiera han recogido los escombros, aquí no hay reconstrucción", dice.

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En Tambo de Mora se hundió y destruyó la mayoría de construcciones que estaban cerca de la costa. Fue el caso del penal, donde la mayoría de presos se fugaron. Hoy la construcción está abandonada y los chatarreros trabajan en sus techos para llevarse los fierros de construcción. Ya no hay rejas, ni puertas, ni nada. En la ciudad, hay cuadras completas que muestran los efectos del desastre y hasta la plaza de armas muestra el piso levantado en varias partes. Solo a la entrada del poblado pueden verse 300 módulos nuevos que serán entregados en setiembre. Parece el único avance.

Hasta el momento el gobierno ha invertido 1,123 millones de soles en el sur peruano, según cifras del Ministerio de Vivienda. De ellos, 377 millones en la emergencia y 745 en la etapa de reconstrucción. También se habrían entregado 10 mil títulos de propiedad. El ministro Enrique Cornejo también dijo esta semana que "la reconstrucción del sur está avanzada en 40%". La cifra alcanza para la polémica: el presidente de la región Ica, Rómulo Triveño, dice que sólo hay un avance del 4%. "La reconstrucción es una farsa", calificó.

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Nostalgia. Pescador Héctor Ríos y su cariñoso perro en el lugar donde alguna vez se levantó su casa, en Tambo de Mora. Ahora debe vivir entre esteras.

Es el caso del pueblo joven "Keiko Sofía" en Pueblo Nuevo, Chincha, formado por damnificados del terremoto. Ahí la mayoría ya cuenta con un módulo y están empadronados para recibir su bono de seis mil soles. Incluso algunos ya lo han cobrado y han podido construir una parte de su casa con material noble. Pero también han descubierto que el monto alcanza poco: cercar sus lotes cuesta cuando menos 9 mil soles. Un millar de ladrillos está a 600 soles en la zona, una varilla de construcción pasa los 50 soles. "Más que en Lima", dice Luisa Mondalgo, que vive aquí con su esposo. Ella cuenta que incluso se ha endeudado para hacer las paredes de material noble. "Pero aquí hay personas que viven solas y no van a poder. Yo, por ejemplo, no podré techar en muchos años".

Así o más dramática es la situación en otros lugares del sur chico o la sierra sur limeña, afectados por el movimiento sísmico. En general, la población todavía no siente que se haya pasado a otra etapa de la emergencia. Así se ha cumplido un año del terremoto. Muchos aguardan lo que viene con gran incertidumbre.

AYUDA NO CORRESPONDIDA

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Zanjas. Recién se están tendiendo tuberías de agua y desagüe. Pisco luce como una ciudad bombardeada.

A pesar de que ya pasó un año del terremoto, la presencia de los médicos cubanos en Pisco continúa pese a que el gobierno no les ha brindado todas las condiciones para que puedan desarrollar su labor de ayuda hacia los damnificados.

Son cincuenta profesionales de la medicina de diversas áreas que permanecen en Pisco como miembros de la Brigada Médica Vilma Espin. La mayoría se encuentra en el hospital de la Villa Túpac Amaru y un grupo reducido –pero de gran importancia por su especialidad– está en el parque zonal de Pisco. Ellos son los fisioterapistas, quienes dedican gran parte de su tiempo a atender a los heridos que dejó el terremoto.

Aunque hay un convenio firmado con el Ministerio de Salud para que puedan realizar su trabajo de ayuda social, algunos pisqueños se quejan de que el gobierno no coopera para que los cubanos puedan rendir al máximo.

La señora Clotilde Corvera, quien ha quedado parapléjica y recibe asistencia, indica que el Ministerio de Salud no ha mandado profesionales de la misma especialidad para ayudar a los cubanos. "Ni siquiera han mandado alumnos de los últimos ciclos", se queja.

Pero no es el único reclamo contra el sector salud. Otros pacientes denunciaron que los cubanos han traído un equipo de cirugía mayor para realizar operaciones pero que no lo pueden utilizar porque las autoridades del ministerio no les brindan los ambientes necesarios para habilitarlo. Increíble.