¿Y el largo plazo?
Por: Fernando Villarán. Ex ministro de Trabajo |
El presidente Alan García reclama al pueblo peruano un optimismo que él no ha podido transmitir en su discurso. Ha desaprovechado una oportunidad para afirmar que el momento económico por el que atraviesa el Perú --el mejor en términos macroeconómicos en toda su historia republicana-- es producto del esfuerzo, el trabajo y la creatividad de todos los peruanos: de los empresarios, de los trabajadores, de los profesionales, de los agricultores, de los exportadores, de los maestros, de los funcionarios públicos, que han contribuido a este logro que nos debería llenar de confianza y entusiasmo.
Sin embargo, en su discurso se dedicó a establecer comparaciones con el gobierno anterior (como si aún estuviera en campaña). Hizo una larga enumeración de cifras para demostrar que son más altas que las obtenidas en los años pasados, en un ejercicio que resulta obvio cuando se crece a las tasas que lo estamos haciendo en los últimos seis años. Es evidente que si continuamos así el siguiente gobierno también mostrará cifras aún superiores a las suyas, pues de eso se trata el crecimiento sostenido.
Al reducir su discurso a un ejercicio de autoafirmación no solo demuestra una falta de generosidad, sino sobre todo la ausencia de una visión de largo plazo. En primer lugar, porque el crecimiento no está asegurado si es que no encaramos todos, como país, una agenda que vaya más allá del equilibrio macroeconómico que, por cierto, hay que conservar. Ella debe incluir en un lugar central la inversión en ciencia y tecnología, pues sin innovación tecnológica no hay crecimiento sostenido (la capacidad instalada nuestra está llegando a su límite).
La innovación requiere la asociación entre el sector público y el privado, entre las empresas, las universidades y los centros de investigación. Para ello la educación es fundamental, desde los niveles básicos, hasta las universidades e institutos, con calidad, creatividad y espíritu emprendedor. Y también el fomento de actividades de mayor valor agregado, que al mismo tiempo que dan empleo sostienen el crecimiento en el tiempo.
En segundo lugar, porque la reducción sustancial de la pobreza no se va a hacer solo con el crecimiento macroeconómico y con mejores programas sociales, se logrará con un crecimiento incluyente, que incorpore a amplios sectores económicos y sociales, en particular a las microempresas y pequeñas empresas (preferentemente a la pequeña propiedad agraria). Es mediante la articulación y la asociatividad, tanto horizontal como vertical, que será posible mejorar sustancialmente la productividad y los ingresos de estos sectores. Tarea que, por cierto, es muy compleja, obligando a compromisos sostenidos, y que requieren del concurso y del esfuerzo de todos, más todavía si es que el panorama internacional se presenta complicado e incierto.
La crisis internacional, incluyendo el alza de los precios del petróleo, no debe ser solo motivo de preocupación y temor, encierra muchas oportunidades, que si hacemos bien las cosas, podremos aprovechar; como lo están demostrando nuestros empresarios y empresarias, cocineros y cocineras, que están poniendo al Perú en la cumbre de la culinaria mundial.