miércoles, 17 de diciembre de 2008

2009, ¿el año malo?

Por Mirko Lauer

Más o menos por estos días de diciembre se suele abrir la temporada de los pronósticos periodísticos. Pero en el caso del 2009 la crisis mundial está complicando las cosas. Nadie espera que la amenaza se defina en los próximos 12 meses, pero sí hay en el mundo una polémica de gurúes económicos, sobre si veremos señales positivas o señales catastróficas en un año inevitablemente malo.

¿Cuán malo? Como la crisis parece avanzar de sorpresa en sorpresa y en oleadas del centro hacia la periferia, las víctimas ya son variadas. Desde los ahorristas en el hemisferio norte que ya lo perdieron todo hasta los consumidores del hemisferio sur a los que se les dice que deben empezar a ser más cautelosos en el uso de su tarjeta. Una especie de dedo en el dique para evitar ser las próximas víctimas.

Más cerca de casa hay pronósticos complejos pero fáciles de hacer: con el crecimiento en baja se va a perder lo penosamente avanzado en las cifras de pobreza, sobre todo en la pobreza extrema siempre menos permeable a los alivios keynesianos. Veremos, pues, una mayor estratificación –social, geográfica, por actividad– de los reclamos social-laborales. Quizás los más pobres tengan que volver a las calles. 

El 2009 va a ser, en consecuencia, también el año de las comparaciones esperanzadoras: más crecimiento que los vecinos, menos despidos que en Islandia, cosecha de betarraga para la exportación mejor que antes, menos escándalos financieros que en Manhattan, y así sucesivamente. Todo cierto, pero mucho de ello marginal a las cuestiones de fondo, casi todas hoy activas en torno de la psicología de la furia.

Más de fondo es la tesis comparatista, y de intención consoladora, que empieza a circular: venimos de crisis económicas tan severas que cualquier cosa que nos suceda en el 2009 o después no nos va a afectar tanto. Suena a una suerte de abdicación del discurso sobre el avance universal de los peruanos globalizados. Como que lo nuestro siempre fue la pata en el suelo, y no debemos quejarnos.

La frenada económica en seco peruana 1989-1990 nos trajo el autoritarismo dos años después. El enfriamiento radical 1994-1995 nos trajo los primeros anuncios del fin de ese autoritarismo. La frenada económica 2009-2010, aun si es bien administrada, no podrá dejar de producir efectos políticos profundos.

Si el año que concluye es anticipo de algo, el 2009 va a ser un año de aun mayor encono entre los actores de la política nacional. Aun más que el 2008, el 2009 será un año de la acusación y del reproche. Si persiste la idea de que los problemas y las soluciones en el fondo vienen de fuera, vamos a seguir viviendo aquí un festival de lo adjetivo.