jueves, 4 de diciembre de 2008

Espera que desespera y que des-acelera

Espera que desespera y que des-acelera

Autor: Fritz Du Bois
La economía moderna se mueve sobre la base de expectativas si el consumidor siente confianza de que sus ingresos aumentarán, entonces gasta; y si el empresario percibe ese entusiasmo en la población, entonces invierte. En los últimos tres años hemos vivido en un círculo virtuoso de optimismo generando una ola que ha impulsado el crecimiento que hemos disfrutado. Sin embargo, el mundo cambió el 15 de setiembre con la quiebra de Lehman, lo que generó una crisis financiera y la más rápida pérdida de confianza en los mercados de los países desarrollados desde el año 29. En ese contexto de extremo pesimismo internacional, mantener las expectativas tan positivas que teníamos debió ser el objetivo central del gobierno, ya que estas se convertían en un activo invalorable por el que cualquier otro país hubiera literalmente matado; ese optimismo era nuestra verdadera diferenciación.

Lamentablemente al día de hoy somos uno de los contados países que aún no aplican un programa de estímulo fiscal o medidas para mejorar nuestra competitividad y poder de esa manera contrarrestar los efectos de la crisis internacional. Lo único que se ha hecho es repetir, como si fuera un mantra, lo afortunado que somos por tener fortalezas. Peor aun, mantenemos encajes y provisiones bancarias que encarecen innecesariamente el crédito y que fueron creados para enfriar la economía cuando ya empezó el invierno. También se anuncian esquemas para fomentar la inversión privada en infraestructura, vía concesiones o el pago de impuestos, y luego se publican reglamentos tan rígidos que los vuelven totalmente inoperativos. El hecho innegable es que las proyecciones de crecimiento para el próximo año que estaban entre 6.5 y 8% hace dos meses se han ido deteriorando constantemente y, a la fecha, ya están entre 4 y 5.5%. En un par de semanas más nos llega Navidad y, en ese momento, todas las empresas habrán seguido ajustando sus presupuestos ante el creciente pesimismo empresarial. Entonces empezaremos a hablar de 3 a 4%, nivel que la población sentirá como una helada recesión. Es vital que el gobierno despierte y regrese a la realidad. Lo que requerimos con urgencia no es más triunfalismo, roadshows, ni anuncios de grandes emisiones sino la implementación de un programa interno que sostenga el crecimiento.