Por Mirko Lauer
En el 2009 la atención política virará como nunca hacia las regiones. En parte porque el efecto acumulado de los bajos precios de los minerales puede ser un multifoco de conflictos sociales. En parte porque las elecciones regional-municipales del último trimestre del 2010 serán vistas como una antesala de las del 2011.
Este último argumento cobra fuerza por la manera como estuvieron geográficamente determinadas las elecciones generales del 2006: el sur andino como plaza fuerte del candidato llamado antisistema y la capital como plaza fuerte de un candidato más a la derecha. Esto es lo que un candidato victorioso tiene que modificar a su medida.
Dos posibles movimientos nuevos que irán en sentido contrario: a. Los partidos nacionales deberían empezar a desarrollar estrategias para insertarse en la política del interior región por región. Lo cual supondría empezar a forjar tempranas alianzas con movimientos locales, y una presencia de candidatos del 2011 en la política del 2010.
b. Las dirigencias locales acelerarán su avance hacia la formación de una candidatura nacional, probablemente más de una, con miras a la presidencia y el Congreso. La primera etapa de esto podría ser una estrategia de candidaturas en múltiples localidades, pero bajo una misma imagen-paraguas de corte regionalista.
En este contexto será importante irse fijando en las relaciones entre un Ejecutivo/partido de gobierno que necesita regiones y municipios para el periodo post-2011 y un primer ministro con declarados intereses electorales. No hay lugar para una simple coexistencia. Allí la cosa es alianza de largo plazo o divorcio a corto plazo.
Es probable que el gobierno llegue rápido a la conclusión de que hay zonas virtualmente imposibles de voltear electoralmente (dos años de bonanza no lo han hecho, menos lo harán tres años de crisis), y concentre los recursos en regiones dubitativas donde la obra pública y el activismo político pueden hacer la diferencia.
Eduardo Ballón calcula, a ojo de buen cubero, que más de la mitad de los presidentes regionales tentará la reelección. La vez pasada lo hicieron solo cinco, y de ellos dos lo lograron. La diferencia es que los esperanzados de hoy han podido gastar mucho más, y sus cifras de aprobación son razonables. Pero luego está la crisis, claro.
Pero presidentes regionales-precandidatos muy probablemente signifique una escalada de las proverbiales luchas políticas intrarregionales disfrazadas de movimientos sociales contra Lima. Esto no se va a detener. Desde el punto de vista del bochinche, 2009 y 2010 van a ser un solo año político de 24 meses