Historía de un santuario histórico arrasado y depredad. Al igual que Machu Picchu, el Santuario Histórico Bosque de Pómac es un área natural de carácter intangible. Sin embargo, ha sido arrasado por sucesivas invasiones desde hace 30 años.
Roberto Ochoa B.
“Llegué a esta zona de Lambayeque en 1974 y recuerdo que cuando explorábamos el lugar para inspeccionar sus yacimientos arqueológicos podíamos ver pumas, venados y hasta boas en medio del bosque”, rememora con nostalgia el arqueólogo Walter Alva Alva, descubridor de las tumbas reales del Señor de Sipán, al describir los bosques de Pómac.
“Han pasado más de treinta años, tiempo en que hemos visto desaparecer las dos terceras partes de este piso ecológico único en su género –añade el arqueólogo peruano–. Hoy en día solo se escucha el ruido de las hachas y de las sierras eléctricas talando los algarrobos”.
Y no le falta razón. El pasado 1º de junio del 2008, el Santuario Histórico de Pómac celebró su sétimo aniversario de existencia, pero la verdad es que no habían muchas razones para celebrar pues el desalojo de los invasores procedentes de Chota, en Cajamarca, ya había sido ordenado por la autoridad judicial; sin embargo, a las autoridades regionales y municipales, y al propio gobierno central, no les daba la gana de cumplir con dicha orden.
Lo cierto es que antes de asumir la categoría de Santuario Histórico, Pómac era la Reserva Natural de Batán Grande, lo que permitía la presencia de campesinos e invasores que depredaban la zona.
Esto funcionó hasta el 1º de junio del 2001, cuando Pómac pasa a la categoría de Santuario Histórico, es decir, de carácter intangible, como el de Machu Picchu.
Sin embargo, un año después se iniciaron las invasiones a vista y paciencia de las autoridades locales. Y es precisamente en el año 2002 cuando empezó el proceso judicial que culminó este lunes con el sangriento desalojo de los invasores.
Las invasiones
Las primeras invasiones de los bosques de Pómac empezaron en 1985, cuando el fracaso de la reforma agraria obligó a muchos campesinos a apropiarse de terrenos que pertenecían a la cooperativa Pucalá. Se trataba de pequeñas parcelas habitadas por gente de la zona. A partir de 1988, los invasores llegaron a Palería, justo donde se produjeron los enfrentamientos del lunes. Hasta entonces, el uso agrícola era mínimo y estas parcelas eran usadas como “potreros”, es decir, para la crianza de ganado.
Las cosas se fueron complicando en la década de los 90, cuando la cooperativa Pucalá inició juicios para recuperar sus terrenos.
Pero nada de esto es comparable con las invasiones del año 2002. Esta vez intervinieron conocidos traficantes de tierras, quienes viajaban a las provincias cajamarquinas de Chota y Cutervo –afectados por la sobrepoblación y la ausencia de nuevas áreas cultivables– y reclutaban campesinos con la promesa de hacer realidad el sueño del terrenito propio.
Pero esto no fue más que una fachada, pues esas pequeñas parcelas ofrecidas a los campesinos cajamarquinos se fueron convirtiendo en lotes que se vendían a 3,000 soles por hectárea.
Y una prueba de que no se trata de “simples campesinos” es que los nuevos invasores mandaron a construir decenas de pozos tubulares, cuyo presupuesto no baja de los 1,500 dólares cada uno. Ni qué decir de las camionetas de doble tracción y la contratación de bandas de guardianes armados con fusiles. Hoy en día se sabe que de las más de 5 mil hectáreas del santuario fueron depredadas poco más de 1,700, casi el 30 por ciento de un área considerada como intangible.
Lo lamentable es que el Bosque de Pómac es el último bosque seco subtropical del norte peruano. Se trata de un piso ecológico característico de la costa tropical y que durante miles de años fue escenario de una de las civilizaciones más sorprendentes del antiguo Perú. Ellos, sin embargo, supieron conservarlo. Nosotros, los peruanos del siglo XXI, lo estamos arrasando.
En defensa del patrimonio
Carlos Elera, director del Museo de Sicán, es uno de los héroes que, en silencio y casi sin apoyo de las autoridades, ha logrado conservar los aproximadamente veinte yacimientos arqueológicos ubicados en el Santuario Histórico Bosque de Pómac.
En los últimos cuatro años, Elera ha dirigido una cruzada de defensa de las pirámides y otros restos arqueológicos afectados por los invasores. Lo cierto es que algunas huacas fueron respetadas, pero la instalación de los pozos tubulares y los sembríos cercanos perjudicaron a las milenarias construcciones. En los últimos años, sin embargo, los arqueólogos fueron hostilizados por los invasores.
La Merced (500 ha), Las Salinas (unas 2,000 ha), El Verde (1,000 ha), Santa Clara (1,069 ha), Jotoro (1,300 ha), Jayanquillo (500 ha), La Calera (1,200 ha), Medio Mundo (400 ha), Pativilca y Tres Puentes (500 ha cada uno) fueron los bosques arrasados en los últimos 30 años.
Análisis
La verdad de las mentiras
Roberto Ochoa Berreteaga
Editor
Miente el Primer Ministro. Miente la Presidenta del Gobierno Regional de Lambayeque. Miente el Ministro de Interior. Se pueden contar por decenas los reportajes publicados en diversos medios de comunicación en los que los periodistas comprometidos con la defensa del patrimonio natural y cultural advertimos (desde el año 2002) la presencia de sujetos armados con fusiles de guerra FAL, Mauser y AK-47, escopetas de retrocarga y armas cortas, contratados por los traficantes de tierras.
Y es un secreto a voces en todo Lambayeque, que los campesinos “pobres” que invadieron la zona son la minoría. Y que entre los nuevos “propietarios” de los grandes lotes hay nombres de personajes conocidos en el departamento, incluyendo militares retirados quienes habrían suministrado las armas.
Son ellos los que mandaron instalar decenas de pozos tubulares. Son ellos los que contrataron grupos armados a vista y paciencia de las autoridades. Son ellos los que aportaron en algunas campañas electorales locales. Y son ellos quienes presionaron al Poder Judicial de Lambayeque para postergar durante años el desalojo de los invasores del Santuario.