Tratado de Libre Comercio (TLC) con EEUU
Es una muy buena noticia que el presidente George W. Bush haya declarado, a solo cuatro días de dejar el cargo, la culminación del proceso de implementación del TLC entre el Perú y Estados Unidos, lo que le permitió al presidente Alan García hacer lo mismo ayer, con lo cual la vigencia del acuerdo empezará, ahora sí, indefectiblemente, el 1 de febrero.
Mucho se ha escrito ya sobre los beneficios para el Perú de este acuerdo. Desde permitir el ingreso de 6,500 partidas libres de arancel a Estados Unidos, hasta la disciplina que le impondrá al gobierno peruano –al actual y a los que vengan– sobre las reglas del juego que son claves para la actividad económica y empresarial del país.
El TLC no es, como ya se ha señalado, la panacea ni la solución a todos los problemas nacionales, pero sí es una herramienta que se debe saber aprovechar para una mejor inserción del país en las corrientes comerciales internacionales.
Constituye, al mismo tiempo, un esfuerzo que, como pocos en el Perú, ha trascendido a más de un gobierno. Lo firma finalmente el de García, pero su impulso empezó en el de Alejandro Toledo, y es obvio que esto fue posible por el manejo económico y las reformas que se iniciaron en el Perú en los años noventa, con Alberto Fujimori, y se mantuvieron durante el breve período de Valentín Paniagua.
Lo que debería seguir ahora es un esfuerzo por continuar todas las reformas necesarias para consolidar el marco institucional, incluyendo mejoras sustantivas en los sectores salud, educación, seguridad y justicia, en la propia eficiencia del sector público, además de medidas para elevar notoriamente la competitividad de la economía nacional, considerando, sin duda, la calidad de la infraestructura nacional.
Y en el plano comercial, continuar la negociación de tratados similares para facilitar el comercio. Como el acuerdo con la Unión Europea, en cuyo caso ya se cuenta con la luz verde para avanzar, junto con Colombia, en un proceso para el cual se ha definido el próximo jueves como fecha de partida.
O con China, que ya se encuentra muy avanzado, así como con otros países asiáticos, todo lo cual debiera implicar una significativa ampliación de la frontera comercial del país.
El telón de fondo y objetivo central de todas estas acciones debe ser una mejora indispensable y radical de la calidad de vida de la población, especialmente de la más pobre, lo cual también debe ser parte de un esfuerzo consistente –como fue la negociación del TLC con Estados Unidos– a lo largo de varios gobiernos