Por Augusto Álvarez Rodrich.
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Alan García quiere contagiarse del éxito.
Ayer fue en Lurín, con un estadio y una comisaría, pero la escena se está repitiendo en varios distritos de Lima y algunos de provincias a donde el presidente Alan García asiste, junto con el alcalde, a la inauguración de una obra municipal, entrega una estrellita y se convierte en el protagonista de la ceremonia.
Es una escena que seguramente vamos a seguir viendo y que responde a la confluencia de intereses del presidente y de los alcaldes. Ambos tienen algo que el otro no posee y, actuando juntos, logran eso que llaman ‘buena química’.
El presidente García representa al Poder Ejecutivo, el dueño de la gran chequera nacional, mientras los alcaldes de Lima tienen un bien escaso para el jefe de Estado: popularidad.
En efecto, Lima es una metrópoli donde, en general, la población parece estar muy satisfecha con el desempeño de sus alcaldes. La alta aprobación de Luis Castañeda no es ninguna novedad, pero sí lo que ha registrado CPI en una encuesta reciente sobre el desempeño de los alcaldes distritales que concluye que varios de ellos multiplican por tres y hasta por cuatro la calificación que tiene el presidente García.
Los alcaldes mejor evaluados son los de Magdalena (Francis Allison, 87%), Chorrillos (Augusto Miyashiro, 85%), Los Olivos (Felipe Castillo, 81%), San Miguel (Salvador Heresi, 77%), Pueblo Libre (Rafael Santos, 74%), San Borja (Alberto Tejada, 73%) y La Molina (Luis Dibós, 69%), pero los burgomaestres que superan el 50% son bastantes.
El de Lurín, por ejemplo, donde estuvo ayer García, anda en 65%, y es del Apra, aunque la lista de alcaldes que han obtenido su estrellita por buena conducta –además, obviamente, de toda la plata que han recibido en el año 2008– abarca a todo el espectro político. Como corresponde, el presidente no se hace problemas en reunirse con todos aquellos que le puedan contagiar aunque sea un poquito de su buena onda con la gente.
Los alcaldes saben que una buena relación con el gobierno central es clave para sus planes municipales, por el acceso a recursos, facilitación de trámites y obtención de avales. Y el presidente logra esos ‘momentos Kodak’ con fotografías amables que lo proyectan como alguien alejado de la siempre ingrata política e interesado en la obra concreta, un combo que ya ha probado su éxito en el pasado.
Todos se ganan ‘alguito’ –empezando por la población del distrito– y, de paso, se refuerza el papel del municipio distrital, esa instancia democrática que debiera estar mucho más cerca de la gente que cualquier otra institución.