jueves, 1 de enero de 2009

En el 2007 y 2008 atentados en el VRAE buscaron controlar las rutas de la droga


Grupo de ex senderista Víctor Quispe no es aliado de sl sino parte del narcotráfico. Una nueva banda terrorista creció en los últimos años no por vía política ni ideológica sino por conveniencia del negocio sucio.

Edmundo Cruz.

Pasar revista a los lugares golpeados por los ataques de columnas ex senderistas en el Valle de los Ríos Apurímac y Ene (VRAE) a lo largo de los dos últimos años es un ejercicio necesario para entender lo que pasa en ese convulsionado valle. Se constata que todos ellos son puntos estratégicos de control de las rutas del narcotráfico (ver relación al lado).

La emboscada de Puente Catute (5 de diciembre del 2005), la primera acción narcoterrorista de esa relación, dejó el resultado de cinco policías antidrogas aniquilados y ocurrió en el distrito de Palmapampa, apenas19 días después de la inauguración de la base antidrogas establecida en ese lugar. Ronald Cuadros Rivera, fiscal antidrogas de la jurisdicción, a quien resguardaba el convoy policial, se salvó porque lo creyeron muerto y no le dieron el tiro de gracia. 

Palmapampa es un paso importante para la salida de la droga por el sur del VRAE. La base instalada allí realiza interceptación aérea, detecta pozas y las destruye. Una base similar solo existe en el norte del valle, en Satipo, departamento de Junín.

Control de rutas

La siguiente acción se produjo un año después, el 16 de diciembre del 2006, en Rosario, Machente, el último punto de control policial antidrogas antes de llegar a San Francisco, la puerta de entrada al VRAE viajando por la carretera más antigua que parte de Ayacucho capital. En ese ataque fueron eliminados 5 policías del puesto de Machente y 3 civiles. A partir de esa fecha, se registraron ataques mensuales cuyo objetivo no puede ser más evidente. 

A comienzos del 2007, el primer ataque del año se dio en Colcabamba (Tayacaja). En febrero golpearon en Quinua a 39 kilómetros de Ayacucho capital. El tercero fue un choque con el Ejército en Huachocolpa. Un cuarto evento armado se produjo en Pampacori, estos dos últimos puntos ubicados en Tayacaja, departamento de Huancavelica. Y una quinta agresión tuvo lugar en Putis, en la provincia ayacuchana de Huanta. 

Todos estos escenarios están situados no en el valle mismo sino en los pasos y recovecos de la ceja de selva por donde corren las rutas que sacan la droga del VRAE, cruzando las provincias de Huanta y de Tayacaja, para derivarla hacia los puertos de exportación.

Similar ubicación tienen las otras acciones perpetradas en estos dos últimos años por las huestes de Víctor Quispe, ex senderista de la época de los 80 que ha devenido en una pieza clave de la maquinaria del narcotráfico en el VRAE.

Los ataques de Ocobamba, Querquer, Santa Rosa, tienden a afirmar y ampliar el control de la ruta de la droga que va hacia el sur, y que pasa por la Oreja de Perro (Chungui, Huaccana). Sigue por Andahuaylas para salir por Cusco, Puno y Bolivia. O las nuevas rutas que buscan llegar a Quillabamba, atravesando Quimbiri o Quepasiato,  para salir a Cusco y Madre de Dios.


El objetivo de todos estos ataques fue debilitar el control policial –espantarlo– para tener el manejo absoluto de las rutas. Todas las firmas que pasan su droga por allí hacen una bolsa y pagan por la concesión. Esta parte del negocio puede dar más ingresos que el propio procesamiento de droga.

Crecimiento

Los expertos discuten hoy sobre el crecimiento de este grupo ex senderista que opera en el VRAE. Unos estiman su fuerza en 350 efectivos. Otros llevan su estimado hasta el medio millar. Hay quienes califican de exagerados ambos         cálculos. No pasan de 200 hombres –sostienen–, que actúan como pequeñas unidades o fuerzas móviles de siete personas o poco más, con capacidad técnica militar, buen armamento, dominio de explosivos, con experiencia en la táctica de la emboscada que permite golpear y desaparecer.

Asesores del Comando Conjunto siguen pensando en una reorganización de este contingente armado al estilo clásico del Sendero de los 80 y 90, con sus tres estamentos Fuerza Principal, Fuerza Base y Fuerza Local.

Lo evidente es un crecimiento del grupo de ex senderistas comandados por Víctor Quispe Palomino, a partir del año 2003 que protagonizaron el secuestro de los 71 trabajadores de Techint y anunciaron dos novedades: su ruptura abierta con Abimael Guzmán y “Feliciano”, y la promesa de que en adelante no atacarían a la población ni sabotearían el gasoducto y las obras de desarrollo.  

El dato

operativo excelencia.  Con el objetivo de recuperar la zona de Vizcatán el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas dio inicio a la “Operación Excelencia 777” el 30 de agosto pasado. Una incursión militar en Río Seco y Llochegua quince días después provocó la intervención de una comisión especial integrada por Mimdes, Pronaa, Foncodes  y Aprodeh, que registró graves denuncias sobre detenciones arbitrarias, torturas y una violación sexual por efectivos militares.

La metamorfosis de Sendero

El núcleo de ex senderistas del VRAE se ha desarrollado por su incorporación al negocio del narcotráfico. Primero como sicarios. Luego como productores de droga, lo que implicó toma de cultivos y manejo de pozas. En mayo del 2006 poseían no menos de 146 hectáreas. Cada hectárea supone el empleo de un efectivo. Y cada poza, requiere la intervención de no menos de tres personas. 

Más adelante los antiguos sediciosos ampliaron su participación en el transporte de la droga. Comenzaron a actuar no solo como protección de los mochileros, sino que reemplazaron a estos con su propio contingente aunque luego asimilaron a los anteriores. 

En una etapa más desarrollada han asumido el control de las rutas del narcotráfico. A esta última función obedecen la ola de atentados de estos dos últimos años.

No se ha dado en el VRAE ningún crecimiento de carácter político ni ideológico. Los remanentes del senderismo sencillamente se han insertado en la maquinaria del narcotráfico.

El error de la actual estrategia oficial radica en que abordan y atacan el fenómeno como terrorismo y no como narcotráfico